Estados Unidos vive estos días revolucionado. La llegada al poder de Obama tiene al país en vilo. Es la esperanza del cambio. Un ambiente festivo que se vio ayer reflejado en las gradas del Staples Center de Los Ángeles. Rendía visita Lebron James, «The King», llamado a suceder a Kobe como MVP de la temporada. Era un duelo muy esperado, sobre todo después de la exhibición de James ante los Celtics de hace unas semanas, pero duró apenas dos minutos. Un choque fortuito entre ambos dejó el dedo anular de Bryant dislocado. Tras unos segundos de incertidumbre, el «ocho» de los Lakers volvió a la cancha con más ganas que nunca, aunque visiblemente «tocado» a la hora de lanzar a canasta, pero muy centrado en su labor defensiva frente a Lebron. Un ejemplo de pundonor.
Lejos de la confusión, estaba Pau Gasol, acostumbrado a jugar a la sombra esperando su oportunidad. Ayer, ante la lesión de Kobe, surgió su mejor versión. Certero en el lanzamiento (11 de 13 en tiros de campo, 22 puntos) y decisivo en el rebote (12 capuras, seis de ellas en ataque). Varejao y Ben Wallce se turnaban para frenarle, pero sus intentos eran estériles ante la exhibición del español.
Enfrente, Lebron (23 puntos) era el único que mantenía a flote a los Cavs, el mejor equipo del este hasta ayer. Su empuje mantuvo el choque igualado hasta el descanso, pero ahí se acabó el partido. Tres canastas consecutivas de Gasol, que presentó su candidatura al «All Star», rompieron el choque (72-62, min. 34) y un parcial posterior de 16-7 colocó la ventaja en 18 puntos (91-73). La relajación a la que se está mal acostumbrando el equipo de Phil Jackson cuando las cosas le van bien pudo costarles un disgusto, pero la explosividad de Ariza (ocho puntos consecutivos), remató la fiesta (105-88). Kobe respiró y lanzó una mirada cómplice a Gasol. Le debe una.